jueves, 18 de julio de 2013

ANDALUCÍA: MONARQUÍA HEREDITARIA


Volvía envuelto en una capa de oscuridad junto a mi perro nórdico con los rayos de luna cayendo indiferentes en la soledad del bosque. Una lechuza volaba bajo buscando la cena. De pronto, sonó el móvil rompiendo el hechizo del nocturno. Era un amigo para comentarme la noticia de Susana Díaz y su victoria en las no primarias.

En realidad no me extrañó la crónica pues los andaluces siempre están empeñados en ser liderados por el más cretino entre los cretinos. Después de Susanita tiene una única neurona chiquitina, ya apenas queda que Murphy vuelve a aplicar su ley para que en el futuro la nueva reina andaluza sea sustituida al frente de la taifa del sur por la patética Gámez, o por un mono corroncho.  Y es que Andalucía es así de tétrica y las sedes de la secta del capullo están repletas de patanes aturdidos. Gente siempre equivocada con sus endebles y míseras convicciones.

A nadie se le puede escapar el pucherazo de Griñán. A ninguna mente preclara se le debe pasar por alto el poco talento de la Señora Díaz. Es más todos los editoriales de prensa apuntan a ello. Lo que no dicen, porque no saben o no se atreven, es que Andalucía es, de facto, una monarquía hereditaria en la que los socialistas se van dejando el poder a sus descendientes. La palabra democracia es una falsedad pues no puede existir en un territorio donde los periodistas en vez de fiscalizar el ejercicio del poder, cobran de él. Aparte del número de empresarios, enchufados, vividores y otras especies que viven del régimen hacen imposible un cambio político.

Con una televisión franquista como Canal Sur con sus folclóricas, sus toreros, sus viejas calentonas y sus miserias de corralón, uno no puede más que imaginar a Franco sonriendo desde el infierno adonde van todos los dictadores. Esa audiencia andaluza que chilla como si hubiera comido cabrito. Esa turba que de todo hablq pero de nada sabe, es el resultado de la continuación de la monarquía hereditaria andaluza.

Política de gritos, política muerta, tan inerte como la sociedad civil que tanto calla el latrocinio institucionalizado. Si los fenómenos de adulación colectiva me exasperan, el  silencio cómplice del vulgo sureño saca de mí lo peor que llevo dentro. En cualquier caso,  todo acabará en un nuevo sainete pueblerino con el pleno paro.

Andalucía es un barco que se hunde por la estupidez de sus capitanes de agua dulce. En la distancia parece un velero chiquito y gracioso pero a medida que te acercas a él, te percatas de sus velas desinfladas y su timón desvencijado. El barco se va a pique y yo, como no podía ser de otra manera, me alegro con toda mi alma.

Sergio Calle Llorens

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