viernes, 30 de enero de 2015

AGOTADO

Tras un ligero chubasco, el viento abre las pérfidas nubes y el sol pone un destello brillante deslumbrador. En la mar, los colores pasan del gris al turquesa por la influencia directa del lorenzo. Flota en el aire una luz mojada y fresca. A lo lejos levantan el vuelo una pareja de perdices mediterráneas cada vez más escasas por el efecto de los fatídicos fertilizantes. Acelero porque presiento que no me queda mucho tiempo para recoger la leña.

Reflexiono sobre el plato que degustar en la noche. Tal vez unas simples chacinas de la tierra muy eficaces para calmar el hambre. Un cerdo rosado es otra opción que contemplo o alguna rosada perfumada de ricas especies. Y un buen vino de color cereza con aromas a frutos secos y notas a crema. Un caldo perfecto en su combinación con los platos que me vienen a la mente. La noche será fría y quiero leer junto a la lumbre. Y si puede ser hasta la madrugada. Es la manera que tengo de huir de la taimada y ciega estupidez general que me rodea a diario.

Me siento casando, agotado para ser exacto, y no encuentro interés alguno en mantener conversación con el resto de mortales. Apenas una mirada al nocturno para continuar disfrutando de los cielos de invierno. Luchar contra esa Andalucía oficial, la mayor idiocia que ha conocido el globo terráqueo, se me antoja una tarea deprimente. Más mis libros, mis artículos, mi trabajo, mi empresa. El doctor me ha dicho que baje el ritmo, que me tome las cosas con calma. Al mismo tiempo, una publicación me pide un pequeño texto reflexionando sobre Syriza. Y más concretamente sobre la ausencia de mujeres en el ejecutivo heleno. Le digo a la editora que los griegos inventaron la democracia pero no el feminismo. Además, los de Syriza me parecen muy sarasas. De otra forma, que no sea la misoginia, no se puede entender la ausencia de preciosas hembras en una reunión de hombres. Ellas tienen un sexto sentido que sirve para apreciar el peligro de los conflictos. Si las guerras están basadas en el principio de poder a matar a todo el mundo menos a los que realmente las hacen, los gobiernos sin ellas podrán resolver algunos asuntos, pero no los importantes. Ella me suelta una carcajada y me da las gracias porque acabo de inspirarle un artículo. Me alegro por ella y sigo recogiendo leña.

Sigo impresionado por la belleza de la alfombra marina y de los colores cambiantes. Camino con la leña a cuestas y veo a pasar a dos señoras del pueblo que me conceden un triste saludo. Finalmente me decanto por un arroz a la vizcaína y me siento decidido a no hacer nada. Como siempre que opto por esta opción, quedo sumido en un estado de estupidez que me puede durar varios días. Ars longa, Vita brevis. En fin.

Sergio Calle Llorens

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