viernes, 1 de mayo de 2015

SILENCIO


Después de la lectura el bosque parece más misterioso. Un remanso de paz al que huir temprano de mañana cuando los lugareños duermen. A lo lejos aparece tras la neblina una armada fantasmal  surgida como por encanto.  Las blancas crestas de las olas acarician esos barcos que pierden el menor tiempo posible porque, creo, no tienen tiempo que perder. Me siento en un claro de la patria arbórea para leer unos artículos infumables pero que, al menos, me ayudan a aprender que significa ser progre en la Ciudad del Paraíso. Es difícil entender como los directores de esos periódicos no les dan la baja a todos esos escribidores de pacotilla. Esos que clamaban al cielo asegurando que el apocalipsis andaba cerca.  Con humor y tristeza me voy choteando de los plumillas que compiten en ego con Noctiluca.
Suenan las roncas notas de una avioneta que surca los cielos teñidos de un bermejo profundo. Candelabros de llamas que me hacen recitar esa vieja oración; “Oh Dios ya sabes lo atareado que estaré hoy. Si te olvido, no me olvides tú”.  Pienso que lo malo de vivir no es que te espere la muerte, sino que nunca vivas del todo. Lo malo de morirte es que nadie, o casi, se acordará de uno cuando tome cañas en el otro barrio. A resultas de estas certezas mías, creo que nunca me quedaré sin cielo pero, a cambio, no tengo esperanza alguna.

Hubo un tiempo que yo tenía fe, inmensas cantidades de ella, hoy la convicción ha pasado a peor vida. Existencia entre dudas y tinieblas por aquello de que ser lúcido y español, lejos de ser una bendición, constituye una puñetera condena. Decía Shakespeare que los viajes terminan cuando los amantes se encuentran. Tal vez tuviera razón. En mi caso, mi andadura siempre acaba en un muro de incomprensión Kafka, que era el escritor que mejor narraba la soledad, lo hubiera expresado mucho mejor.

Observo la falda de tierra que cae dulcemente hasta la mar desde estos montes situados de perfil. Pienso en italiano aquello de non si trova pace se non nei boschi. Y el bosque, que compite en armonía con el mediterráneo me ayuda a sobrellevar el estropicio meridional y tartésico en el que me hallo. No encajo en ningún sitio y no hay encajes para mis sitios. Si yo hubiera sido una botella con un mensaje dentro surcando los mares, sería como aquel Holandés Errante condenado a vagar por toda la eternidad. Todavía hay gente que me dice que soy un trasatlántico cuando no llego ni a jábega. Aún me dicen que soy un volcán a punto de estallar pero, por no tener, no tengo ni cenizas.  Canturreo, imagino para alegrarme el alba,  una vieja balada de Frankie Valli and the Four Seasons;

Headed for city lights, climbed the ladder up to fortune and fame. I worked my fingers to the bone. Made myself a name. Funny I seemed to find that no matter how the years unwind, still I reminisce bout the girl I miss and the love I left behind.

Mi tonada es interrumpida, por las campanas de una ermita que, como todas en estas orillas marinas, tocan a muerto.  Comienzo el descenso escuchando pasar el viento entre los pinos. Deambulo hasta la última hilera de árboles para contemplar el mar en calma que me susurra su canción triste. Llega la hora de desaparecer.

Sergio Calle Llorens

4 comentarios:

  1. ¿Kafka el escritor que mejor narraba la soledad? Bueno, todo son opiniones; pero donde estén Faulkner, Proust y García Márquez... Que se quite lo demás. O así lo veo yo.

    Si le gusta la literatura, ya sabe: http://www.ourgodsaredead.blogspot.com.es/2015/04/la-ciudad-y-los-perros-la-aniquilacion.html

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    1. Muchas gracias; la verdad es que tiene toda la razón. Un abrazo.

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  2. Hablando de soledad, no olvidarnos de Julio Cortázar, el maestro de los desencuentros y del menos conocido Knut Hamsun, el Nobel.

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