viernes, 11 de noviembre de 2016

LA ACADEMIA

En el fútbol, como en la vida, el relato importa poco y nada tiene que ver con el resultado final. Con la diferencia del Real Madrid cuyo epílogo siempre es el mismo; si gana, afirman sus turiferarios, es porque tiene a los mejores jugadores de la galaxia. Si pierde es por falta de actitud del equipo. El Athletic Club de Bilbao, en cambio, responde a la necesidad de ser único en un mundo globalizado donde todo, desde los centros de las ciudades a la comida, se parece en exceso. El Málaga Club de Fútbol también busca tener su identidad pero, al menos a mí me lo parece, cada vez que veo un partido de los míos tengo la misma sensación que después de una noche de farra; tal vez me sobró la penúltima cerveza.

El nudo gordiano de todos los problemas de los blanquiazules no es solo el desastre táctico de Juande Ramos, sino pertenecer a una provincia que depende de Andalucía. Y es que es la única explicación posible para entender que las autoridades de la Junta sigan impidiendo la construcción de la Academia del Málaga.  El lugar desde donde seguir proyectando jugadores impresionantes como Ontiveros-valiente forma de torear a los jugadores del Sporting en la Rosaleda- o los Fornals de turno. Jóvenes que sientan la camiseta y no como Jonny que hizo todo lo que pudo para que su ex equipo ganara en  la Capital de la Costa del Sol.

El club de Martiricos debe buscar su esencia si quiere aspirar a ser algo único en la liga española. Los sufridores seguidores de este equipo nos alegramos el viernes pasado con la remontada a los asturianos. Sin embargo, nuestros ojos sonríen pero son incapaces de ocultar que conocen las sombras que proyectan unos enemigos poderosos que quieren, y de hecho lo consiguen, hacer daño al Málaga. No es solo ver que defensas como Koné no tiene defensa alguno, sino saber que, como los de la Junta, solo quedan bien de falso Rey mago en la Cabalgata del cinco de enero.  Estaría bien que este año sus majestades de oriente nos concedieran este único deseo; -¡Váyanse de Málaga de una puñetera vez!


Sergio Calle Llorens

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