jueves, 17 de noviembre de 2016

SEMBLANZAS

No hay acuario sin peces. No hay barcos sin muelles. No hay marineros sin historias de naufragios. No hay romance sin lágrimas saladas de desamor. Y, por supuesto, no hay parlamento sureño sin su pléyade de monstruos marinos. Elegir entre ellos es como optar entre morir por un abrazo de calamar gigante o por el ataque de un tiburón blanco. Nos enseñan desde pequeños a decantarnos por una opción pero, como las personas inteligentes saben, cada síntesis tiene una antítesis.  La que aquí les dejo escrita son pinceladas de un pintor que habita en las brumas de la disidencia. Las semblanzas de un liberal sin partido. El grito desgarrado de un escritor que defiende su individualidad frente a la turba andaluza.

Teresa Rodríguez tiene los ojos negros más bellos que entraran en Asamblea alguna. Luceros que jamás se toparon con páginas sabias que la alejaran de la Cádiz más inculta. Un pez tigre al que hay que agradecerle la valentía de recoger el testigo que dejó Esperanza Oña y las ganas de luchar contra Susana Díaz; la piraña. La de Triana se mueve con movimientos balleneros, sin arte y de forma bruta.  No se le conocen ni lecturas más allá de los libros de esgrima que se escriben con la sangre de los enemigos. La maldad personificada.

Moreno habla marcando siempre la letra t, vaya usted a saber por qué, y es tan blandengue y tierno que cuando camina por el barrio de la Malagueta se escucha, y se seguirá escuchando; blandito sea el señor. Juanma se asemeja mucho al típico cuñado que viene a molestar un sábado por la tarde cuando estás viendo a tu equipo perder de paliza y, encima, intenta ganarse tu afecto mostrando confianza en una victoria que no arribará nunca. Y cuando habla no puedes dejar de pensar: “¿Y este hibrido entre jibia y mero por qué va a todas partes vestido con chaquetita azul?”

Juan Marín es uno de los políticos más fraudulentos en la historia de la política española. Un gurrumino que ha pasado por todas las formaciones en busca de dinero, poder e influencia. Parece sacado de un episodio de los teleñecos llamado Ciudadanos sin vergüenza. Se asemeja a una rana y su verbo es gangoso y torpe. Un adicto que, etimológicamente hablando, es un esclavo por deuda que llevará a su formación a la más espantosa de las derrotas. Un anfibio disfrazado que aprendió, amb quina rapidessa, el arte de saltar para ir a parar al mismo sitio.

Con estos moluscos solo cabe el humor cínico que es el mejor abrebotellas del entendimiento.  Camuflar nuestro fracaso colectivo bajo capas de sarcasmo.  Sí, no ha acuarios sin peces. No hay naves sin puertos. No hay marinos sin dramas de hundimiento.  Es la antítesis de una vida que pasa en un mar turquesa que se vuelve aterciopelado a la espera del crepúsculo definitivo. La hora para alejarnos de esas criaturas critptozoológicas que tanto nos quitan el sueño.

¿Dónde está nuestro ballenero?


Sergio Calle Llorens

No hay comentarios:

Publicar un comentario